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El negocio de las armas en un auge histórico por la guerra.

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  • Hace 2 meses

Cuando la muerte llega sobre aeroplanos supersónicos u orugas, el negocio parece perfecto. No hay arca que no se abra, mientras la demanda y la oferta de armas se multiplican hasta el límite de las posibilidades y más. Así lo ha señalado a los medios europeos Xiao Liang, uno de los autores del informe 2022 del Instituto Internacional de Estudios para la Paz (Sipri). Liang ha citado un ejemplo: “Estados Unidos envió hasta octubre de 2022 unos 8.500 misiles antitanque Javelin, lo que equivale a la producción de tres o cuatro años. Es un desafío para las empresas; reciben más pedidos, pero ¿podrán dar abasto y cumplir con todos los encargos?”.

Valga añadir que cada Javelin (que son fabricados por las empresas estadounidenses Rayteon y Lockheed Martin) cuesta 174 mil dólares y su unidad de lanzamiento 240 mil. Y, obviamente, se trata apenas de una de las armas “estrella” que se consumen masivamente. Armas que, además, en función a su éxito empiezan a ser pedidas desde otros países. Lo propio se podría decir de los drones turcos o iraníes que también marcaron sus propios capítulos en esta conflagración.

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Es una carrera bélica desquiciada que, al margen de la actual guerra, no ha dejado de acelerarse desde hace siete años. Ya en 2021, los presupuestos militares globales aumentaron 0,7 por ciento, hasta alcanzar los 2,113 billones de dólares, es decir, 2.113.000.000.000, o sea, más de dos millones de millones de dólares. Pero esa carrera, que, en plena época de crisis sanitaria, superó por primera vez en la historia los 2 billones de dólares, obviamente, tras desatarse la guerra en Ucrania, se agravó en 2022.

Los países que tras la Segunda Guerra Mundial habían hecho virtuales votos de paz y varios otros que asumieron gastos moderados durante décadas, ingresaron al macabro baile de las armas. El 16 de diciembre, Japón, por ejemplo, hizo un anuncio excepcional: su decisión de convertirse en una potencia militar “normal”, aprobando dramáticos cambios en su tradicional doctrina de restraint (control). La nueva estrategia de seguridad nacional señala que el país del sol naciente duplicará su gasto anual en defensa, de 54 mil millones de dólares, agregando unos 315 mil millones de dólares a su presupuesto en los próximos cinco años. Pero además desarrollará una nueva capacidad de contragolpe, que le permitirá lanzar ataques de represalia hacia territorio enemigo.

La causa de ese multimillonario gasto se halla en un candente vecindario atizado por la emergencia de quien busca convertirse en la nueva primera potencia mundial. China se ha lanzado a una carrera armamentista no solo convencional, sino también nuclear. Sus aviones y buques militares realizan frecuentes incursiones en aguas e islas reclamadas por Japón, mientras aumentan las amenazas de Pekín contra Taiwán, cuya democracia y autonomía son consideradas cruciales por Tokio para su propia seguridad.

Japón también mira con preocupación creciente a Corea del Norte, que incrementa el ritmo de sus amenazas: en 2022, Pyongyang lanzó 86 misiles de prueba, contra 26 en 2019, que se suman a seis test nucleares desde 2006. Su belicosidad se incrementó marcadamente justo en los días del cambio de año y puesto en alerta a las fuerzas de Corea del Sur.

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